Todavía recuerdo las palabras del entonces director de la escuela de medicina, “si siguen con esta mediocridad, terminarán como médicos de...”, (institución de seguridad social cuyo logo es una águila verde), fuertes declaraciones en su momento, yo como estudiante de primer semestre de medicina ¿que sabía sobre las instituciones de salud?, ¡que va!, parece que esa fue la primera vez que las palabras ser médico de tan afamada institución comenzaron a estar presentes en mi vida. Escuchaba comentarios malos de las instituciones públicas de salud, esto creó ambivalencia y confusión, ya que algunos de los profesores trabajaban en instituciones públicas o eran egresados de ellas, y eran siguen siendo excelentes profesionales y seres humanos, en fin, esas palabras del director aparecían con frecuencia cuando flaqueaba en los estudios, quiero pensar que el objetivo se cumplió. Empecé a realizar la especialidad en psiquiatría, en un instituto nacional de salud, y por cierto, contrario a lo que escuchaba del la institución “del aguilita” en la escuela de medicina, estar en un instituto nacional haciendo una especialidad era “tremendo logro”. Durante esos 4 años, observaba y escuchaba a los pacientes sobre su experiencia en el “aguilita”, y si, lo admito, criticaba como experta en seguridad social y defensora de los derechos de los pacientes, ¡vaya que si me apasionaba!, pero en realidad, mis comentarios no tenían ningún argumento objetivo.
Terminé la especialidad, y en vista de la “gran oferta laboral” y para no quedarme con ese “gusanito”, opté por estudiar un curso de alta especialidad, es decir, tenía un año más para encontrar ese “trabajo de mis sueños”. Toqué infinidad de puertas, mandé currículos, asistí a entrevistas, exámenes de conocimientos y habilidades, etc. y creo que no tengo que platicarles más, no había trabajo.
Ante tal panorama asistí a una jornada del sindicato de la “aguilita” donde ofertaban plazas, en diferentes estados de la República, tenía miedo, le estaba dando vida a las palabras del director. No fue fácil, no entendía por qué un sindicato laboral decidía que especialidades se necesitaban y en donde, en fin, inicie el proceso. Debo de confesar que tampoco fue fácil, pero las cosas fluyeron. Me cambie de residencia, empecé trabajando de eventual y como médico general, no me encantaba la idea, pero era trabajo digno y honesto así que aceptaba cubrir a médicos familiares, aún en fines de semana, no paré de trabajar ni un solo día, y pasados 4 meses me ofrecieron una base como psiquiatra en una ciudad a una hora de distancia de donde me encontraba, así que no lo pensé mas y acepté.
Estaba muy entusiasmada en mi primer día de trabajo como psiquiatra de un hospital general de zona “del aguilita”, el cambio fue dramático, durante las primeras semanas no importaba si tenía que ver veinte pacientes al día. A pesar de mi entusiasmo había cosas que no me cuadraban como que el 80% de los pacientes tenían tuberculosis, y ese era el motivo de las interconsultas a psiquiatría. Por más que revisaba expedientes y a los pacientes no encontraba datos clínicos ni resultados de laboratorio que respaldaran dicho diagnóstico, no pasó mucho tiempo cuando pregunté ¿qué está pasando en este hospital?, a lo que respondieron que ya sabían del sobre diagnóstico y el abuso del tratamiento para dicha enfermedad, nadie hacía nada. Fue entonces cuando lo surrealista de este lugar cobró vida. Este es solo un ejemplo, pero esa, es otra historia...
Durante estos 2 años y medio que formo parte de este hospital me he encontrado, como en todos lados, pacientes inconformes con la atención, lo cual no me sorprende si son personas inconformes con su propia existencia. He recibido azotes de puerta y amenazas, pero también abrazos y agradecimientos. Con respecto a la burocracia institucional, que les puedo decir, solo refleja un poquito de la situación actual del país.
Con estos antecedentes concluyo que me encanta mi trabajo, la institución “del aguilita” me ha dado la oportunidad de ejercer la medicina institucional, y no soy una persona “mediocre”, como tampoco lo son todos los médicos y enfermeras que forman parte de esta institución de salud, ahora sí, y como diría mi gran compañero George, “con los pelos de la burra en la mano”, afirmo que hay grandes seres humanos trabajando para el bienestar de las personas, y que cada uno de ellos todos los días hace su mayor esfuerzo para cubrir la atención con escasos recursos, y que hasta el día de hoy no he conocido a ningún médico que llegue a trabajar y diga “cuantos pacientes voy a dañar o a matar el día de hoy”. Si alguna vez visitas algún hospital “del aguilita” y recibes respuestas como “no se puede”, “no tiene completos los papeles”, “le faltan firmas”, o “tiene que esperar”, no lo tomes personal, el trabajador no es el el responsable de esto, todo es resultado de la perversión de un sistema de salud, en el que es ahora el paciente el que se adapta a procesos administrativos y no estos a la necesidad de los pacientes.
Mi reconocimiento y respeto a todos los colegas médicos y médicas de todas las instituciones públicas y privadas del País, que quizá al igual que yo han pasado por todo sin fin de aventuras y sin sabores para abrirse un camino profesional digno y honesto, y que éste los ha hecho crecer, y por que no enseñado reírse de la vida.
Kitzia Ruiz Navarro
Terminé la especialidad, y en vista de la “gran oferta laboral” y para no quedarme con ese “gusanito”, opté por estudiar un curso de alta especialidad, es decir, tenía un año más para encontrar ese “trabajo de mis sueños”. Toqué infinidad de puertas, mandé currículos, asistí a entrevistas, exámenes de conocimientos y habilidades, etc. y creo que no tengo que platicarles más, no había trabajo.
Ante tal panorama asistí a una jornada del sindicato de la “aguilita” donde ofertaban plazas, en diferentes estados de la República, tenía miedo, le estaba dando vida a las palabras del director. No fue fácil, no entendía por qué un sindicato laboral decidía que especialidades se necesitaban y en donde, en fin, inicie el proceso. Debo de confesar que tampoco fue fácil, pero las cosas fluyeron. Me cambie de residencia, empecé trabajando de eventual y como médico general, no me encantaba la idea, pero era trabajo digno y honesto así que aceptaba cubrir a médicos familiares, aún en fines de semana, no paré de trabajar ni un solo día, y pasados 4 meses me ofrecieron una base como psiquiatra en una ciudad a una hora de distancia de donde me encontraba, así que no lo pensé mas y acepté.
Estaba muy entusiasmada en mi primer día de trabajo como psiquiatra de un hospital general de zona “del aguilita”, el cambio fue dramático, durante las primeras semanas no importaba si tenía que ver veinte pacientes al día. A pesar de mi entusiasmo había cosas que no me cuadraban como que el 80% de los pacientes tenían tuberculosis, y ese era el motivo de las interconsultas a psiquiatría. Por más que revisaba expedientes y a los pacientes no encontraba datos clínicos ni resultados de laboratorio que respaldaran dicho diagnóstico, no pasó mucho tiempo cuando pregunté ¿qué está pasando en este hospital?, a lo que respondieron que ya sabían del sobre diagnóstico y el abuso del tratamiento para dicha enfermedad, nadie hacía nada. Fue entonces cuando lo surrealista de este lugar cobró vida. Este es solo un ejemplo, pero esa, es otra historia...
Durante estos 2 años y medio que formo parte de este hospital me he encontrado, como en todos lados, pacientes inconformes con la atención, lo cual no me sorprende si son personas inconformes con su propia existencia. He recibido azotes de puerta y amenazas, pero también abrazos y agradecimientos. Con respecto a la burocracia institucional, que les puedo decir, solo refleja un poquito de la situación actual del país.
Con estos antecedentes concluyo que me encanta mi trabajo, la institución “del aguilita” me ha dado la oportunidad de ejercer la medicina institucional, y no soy una persona “mediocre”, como tampoco lo son todos los médicos y enfermeras que forman parte de esta institución de salud, ahora sí, y como diría mi gran compañero George, “con los pelos de la burra en la mano”, afirmo que hay grandes seres humanos trabajando para el bienestar de las personas, y que cada uno de ellos todos los días hace su mayor esfuerzo para cubrir la atención con escasos recursos, y que hasta el día de hoy no he conocido a ningún médico que llegue a trabajar y diga “cuantos pacientes voy a dañar o a matar el día de hoy”. Si alguna vez visitas algún hospital “del aguilita” y recibes respuestas como “no se puede”, “no tiene completos los papeles”, “le faltan firmas”, o “tiene que esperar”, no lo tomes personal, el trabajador no es el el responsable de esto, todo es resultado de la perversión de un sistema de salud, en el que es ahora el paciente el que se adapta a procesos administrativos y no estos a la necesidad de los pacientes.
Mi reconocimiento y respeto a todos los colegas médicos y médicas de todas las instituciones públicas y privadas del País, que quizá al igual que yo han pasado por todo sin fin de aventuras y sin sabores para abrirse un camino profesional digno y honesto, y que éste los ha hecho crecer, y por que no enseñado reírse de la vida.
Kitzia Ruiz Navarro